lunes, 28 de abril de 2014

El tío Gerardo


Desde muy pequeño me cautivó una fotografía que había en casa de mis abuelos; destacaba de entre todas las que abarrotaban la caja de zapatos en la que se guardaban las fotos familiares: escenas campesinas, muchas fotografías de monjas y frailes, recordatorios de comunión y de difuntos.

La fotografía en cuestión era de muy buena calidad para la época (alrededor de 1945), obra sin duda de uno de aquellos fotógrafos ambulantes que viajaban de pueblo en pueblo, de fiesta en fiesta, de escuela en escuela.

En ella aparecía un hombre maduro, de unos sesenta y tantos años, mirada clara y ojos brillantes, barba de un par de días y un cabello muy corto que apenas se dejaba ver bajo su ladeada boina; su blusa gris contrastaba con el fondo negro tras la puerta entreabierta de su casa, con la llave en la cerradura del postigo.

 

Todo lo que sabía de él era su nombre, el tío Gerardo. Después, poco a poco, fui sabiendo más cosas de su vida.

Quinto hijo de Simón y Felisa, Gerardo nació en 1876 con una importante minusvalía física por la que sus piernas no le servían para nada, excepto para arrastrarlas penosamente por el suelo.

No tuvo una vida fácil. En aquellos años no existía ni ley de dependencia ni proyecto siquiera de estado de bienestar. No había nada que recortar. Pero existía algo tan importante como la denominada “solidaridad familiar”. Nadie quedaba desatendido, las familias eran amplias, muy amplias, en los hogares convivían varias generaciones y a nadie se le dejaba en la estacada.

En su madurez, según fueron falleciendo padres y hermanos mayores, Gerardo acabó por vivir sólo en la primera casa del barrio de Mercaó, haciendo vida únicamente en la planta baja de la misma, entre la cocina, el patio y la gloria, dónde dormía. Vivía en soledad únicamente durante el día, ya que todas las noches le acompañaba alguno de sus múltiples sobrinos y resobrinos, por turnos según estos iban creciendo.  

Sus escasos ingresos procedían de la venta de la lana de sus “borros”, y del puñado de pequeñas fincas que heredó, cultivadas por sus familiares. Se trasladaba a lomos de un burro y su vida transcurría entre su casa y la iglesia, pues Gerardo resultó ser una persona muy creyente. Creyente y solidaria, pues su casa siempre estuvo abierta a pobres y mendigos que transitaban por el pueblo.

Cuando enfermó mortalmente, en la navidad de 1949-1950, le acompañaban por las noches sus resobrinas Benita y Carmen, entonces de 16 y 12 años de edad, respectivamente. Dormían en la primera planta, encima de la gloria en la que hacía vida el tío Gerardo.

Su vida se acabó el 6 de enero de 1950, día de Reyes, a los 73 años de edad, no sin antes recibir la oportuna visita del párroco de entonces, Don Félix, el cura que tanto marcó a una generación entera de lugareños. El cura pidió un momento para hablar a solas con el tío Gerardo y ... entre que Gerardo era una persona muy creyente y el cura muy conocedor de las particulares circunstancias de cada vecino, el caso es que Gerardo acabó donando a la Iglesia parte de sus bienes, los monetarios en concreto.

Cuentan que con parte de la donación que el tío Gerardo realizó a la Iglesia se compraron al año siguiente los bancos que sustituyeron a los simples reclinatorios hasta entonces existentes en el templo parroquial.

Cuentan quienes le conocieron que Gerardo era, ante todo, una buena persona. No vivió amargado ni amargó la vida a nadie.



  • Gerardo Villalvilla Varona nació en Huérmeces en 1876 y murió en el mismo lugar el 6 de enero de 1950
  • Hijo de Simón Villalvilla Güemes y Felisa Varona Alonso; hermano de Dionisio, Jacinta, María y Elisa; en la fecha de su muerte sólo vivía Elisa, que aún le sobrevivió siete años más
  • Según consta en la contabilidad municipal, en mayo de 1951 el Ayuntamiento de Huérmeces pagó a Hermógenes Mata 6.325 pesetas en concepto de “bancos para la Iglesia y gastos de los mismos”. ¿Qué fue del dinero que el tío Gerardo donó a la Iglesia (o al cura)? Seguramente se fue en misas por su alma. Seguramente.
  • Félix López Hidalgo, cura párroco de Huérmeces durante 31 larguísimos años (1926-1957). No besarle la mano, entrar en la iglesia en manga corta (o en pantalones si eras mujer), no subirle la paja al pajar, la leña a la leñera ... y un sinfín de incumplimientos de "mandados" eran motivo más que suficiente para recibir un capón, una colleja, o ir al infierno de cabeza. Años después llegaría un nuevo párroco, Alejandro García, que haría olvidar aquellos aciagos años.
  • Valor de la peseta de 1950: 6.000 pesetas del año 1950 equivaldrían a unos 12.000 euros de hoy.

1 comentario:

  1. Muy interesante narración que enseguida la pude ampliar en pequeños detalles.
    El Tio Gerardo era normalmente llevado en burra los domingos a la iglesia por su Tío o por un sobrino. Cuentan que guardaba algunos dineros en las paredes de su casa (tras la piedra de turno), en lugares accesibles por el. Y que los mas jóvenes del pueblo (5 años) en el momento de guardar las ovejas en casa llegada la noche, se las espantaban y estas saltaban por encima del Tío Gerardo.
    Fdo Oscar

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