martes, 19 de mayo de 2015

El valle de los caballos, en Bustillo del Páramo



A poco más de 13 km al NW de Huérmeces, por la carretera de Quintanilla Pedro Abarca y luego por el camino a la ermita de Robledillo, existe un curioso paraje excavado por el joven arroyo o río de Bustillo. Recién nacido a los pies del Castillo de Acedillo, en su discurrir por una pequeña garganta, el modesto arroyo lleva en época de lluvias un caudal suficiente para que se originen pequeños saltos de agua. Uno de ellos da nombre al lugar.

 























Cuando el agua cae en una especie de artesa redondeada, horadada durante millones de años en la roca caliza, hace un ruido similar al de una caldera con agua hirviendo. Ya tenemos el nombre del paraje.


Durante el estiaje, el arroyo casi no lleva agua, llegando incluso a secarse, pero justo al abandonar la garganta, en el prado al que se abre a continuación, dos manantiales aportan suficiente agua como para que el resto del arroyo de Bustillo lleve caudal todo el año.


Y en ese prado nos aguarda –o nos aguardaba- otra sorpresa: una manada de caballos. En verano, tras atravesar la reseca garganta, es un alivio alcanzar el siempre verde prado, con abundancia de agua y sombra. Los equinos se debían sentir en la gloria. Y los curiosos caminantes que se acercaban al lugar, también. Un ganadero de la zona criaba caballos de raza hispano-bretona, y la hectárea que ocupa el prado de La Caldera tiene los mejores pastos en kilómetros a la redonda.



El caballo Hispano-Bretón es el resultado del cruce, realizado hace ya más de un siglo, entre sementales Bretones y yeguas procedentes de las zonas montañosas del Norte de España. Originalmente se utilizaba como caballo de tiro, para realizar labores agrícolas en zonas de montaña. Hoy en día, olvidada la tracción animal, se dedica a la producción cárnica, sin menospreciar la labor medioambiental que realizan estos equinos, al mantener libres de matorrales las zonas de pastoreo, evitando así uno de los factores principales del riesgo de incendios.



Al tratarse entonces de una raza en peligro de extinción, la administración regional inició en 1994 la promoción de esta ganadería, encaminándola a la producción de carne de potro, y subvencionándola con 120 euros por cabeza. La cabaña provincial llegó a alcanzar las 2.100 cabezas reproductoras, localizada sobre todo en Merindades, Condado de Treviño, Demanda y Páramos.


En los últimos años, la caída de los precios de estos animales, el aumento de los costes de explotación, los problemas detectados en Europa con este tipo de carne y la falta de ayudas, han llevado a muchos ganaderos a poner a la venta sus explotaciones. Tras dos años sin ayudas (2013 y 2014), en abril de 2015, la Junta decidió acoplar estas ayudas de la PAC, a través de las medidas agroambientales.



Aparte de su utilización agropecuaria a lo largo del año, en la pradera de La Caldera suelen celebrarse, en la segunda mitad de agosto, una misa y comida campestre, a la que acuden vecinos y veraneantes de los tres pueblos más cercanos: Bustillo, Acedillo y Coculina.



Dos enormes bobinas de cable, de madera, hacen las veces de mesas campestres para este tipo de celebraciones. Ponen la sombra los vigorosos chopos que bordean ambos ramales del arroyo.



Existe en la zona una ruta senderista muy recomendable: El Sendero de La Caldera. Perfectamente señalizado, de unos 13 km de longitud, discurre por buenos caminos, uniendo por bellos parajes los pueblos de Coculina, Acedillo y Bustillo. Puede completarse sin dificultad en poco más de dos horas y media.

Desconozco si el ganadero de la zona continúa aún con la cría de caballos pero, para los que conocimos el lugar una calurosa tarde de verano de hace años, el prado de La Caldera, con o sin equinos, siempre será el valle de los caballos.






Acerca de los nombres de parajes y aldeas:

Acedillo: diminutivo de acedo, alcedo, arcedo, lugar con abundancia de arces; primera aparición documentada: Censo de Población de 1587
Bustillo: primera aparición documentada Libro Becerro de las Behetrías (1352); diminutivo de bustum, término latino que significa lugar dedicado a pasto; también diminutivo de busto, lugar quemado
Coculina: Coacolina (1187), Covacolina (1192); cueva y colina
Robledillo: de significado obvio, lugar con abundancia de robles, en este caso roble melojo, tozo o rebollo (Quercus pyrenaica), un roble al que le gustan los suelos sueltos, arenosos, y que aguanta bien el estiaje. Es un topónimo recogido en la tradición oral. Ermita de la Virgen de Robledillo o de Santa Isabel.

En toponimia mayor de la “comarca” es muy habitual la presencia de nombres de árboles, arbustos, plantas, pastos y derivados botánicos en general. A título de ejemplo:

Avellanosa del Páramo, Espinosilla de San Bartolomé, Fresno de Nidáguila, Mata, Melgosa (mielga, especie de alfalfa silvestre), La Nuez de Arriba, Olmos de la Picaza, Las Rebolledas (rebollo o roble melojo), Riocerezo, Robredo Sobresierra, Ros (rohos o rodos, un tipo de espino), Ruyales (rubiales, de rubias, una familia de plantas), Sotopalacios (soto, lugar arbolado), Tardajos (otero de los ajos), Trasahedo (detrás del hayedo), Villaescobedo (escoba, planta leguminosa arbustiva, de flor amarilla), Villanueva de Argaño (argaño, especie de carrizo)…

En toponimia menor, la lista sería interminable.  






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